Me encantan los temas de las herramientas espirituales, amo explorarlos y poder aprender cómo es que podemos ser más libres, o sea, tener más opciones y elementos para tomar decisiones, crecer y poder alcanzar, o por lo menos conocer, nuestro potencial. Por eso siempre estoy estudiando y buscando sacar principios que pueda aterrizar y hacer prácticos. He estado hablando de eso, pero ahora pensaba que nos hacía falta poner las bases de lo que estamos hablando ¿no? a qué nos referimos cuando hablamos de nuestro cuerpo, alma o espíritu. Igual y esta entrada del blog se nos pone un poquito técnica (ni tanto), pero créeme, nos va a dar la plataforma para muchísimos temas más.
¿Exploramos?
Nosotros somos un sistema con partes que cumplen una función específica; idealmente, todas estas partes conviven en armonía las unas con las otras. ¿A qué me refiero? Hoy, específicamente al espíritu, al alma y al cuerpo (porque todos tenemos uno de cada uno).
Cuando cada parte hace su función y trabaja sincronizada con las otras tenemos equilibrio, que es lo que buscamos; por el contrario, cuando intentamos que alguna de estas partes cumpla con el rol de otra todo se desbalancea.
La mente y el espíritu no hablan el mismo lenguaje aunque sí se comunican y pueden trabajar juntos. La Biblia dice que las cosas espirituales sólo pueden entenderse espiritualmente (1Co2:14) y que cuando el espíritu es el líder y nos dirige cambia nuestra percepción porque nos da un ángulo de visión más completo.
Si, por ejemplo, dejamos que las emociones manden, acabamos agotados en un sube y baja interminable ¿a poco no te ha pasado?
Voy a intentar explicar la función de cada una de estas partes de forma sencilla, y digo que voy a intentar porque llevo literalmente semanas tratando de hacerlo y aquí sigo intentando... avísame si lo logré.
Vamos a imaginar que somos una casita de tres pisos:
En cada piso hay una puerta que nos deja relacionarnos con áreas diferentes del mundo exterior.
En el primer piso está el cuerpo que interactúa con el mundo físico, cuando abrimos esa puerta podemos convivir con lo que tocamos por medio de los sentidos. O sea que el lenguaje del cuerpo es sensorial y con él podemos abrazar, comer, oír música, oler un tamal o ver un paisaje.
En el segundo piso, el del alma, es en donde está la voluntad y se generan los sentimientos y los pensamientos. Cuando abrimos esta puerta percibimos (que es el idioma del alma) cosas que no se pueden tocar, sentimos cariño, empatía, molestia o dolor (porque el alma, así como el cuerpo, puede sufrir heridas también). Aquí encontramos la inteligencia, la creatividad, y es en donde formamos nuestros valores. Es en este piso en el que maduramos, o sea, aprendemos a separar lo bueno de lo malo (Heb 5:14) y nos volvemos sabios (si es que practicamos lo que aprendemos).
En el tercer piso está nuestro espíritu, que entiende las cosas elevadas, ya que su idioma es el de la intuición. Si abrimos esta puerta, podemos relacionarnos con el amor y todos sus derivados y conectarnos con Dios. El espíritu nos estabiliza, por eso, cuando por ejemplo, estamos ansiosos y respiramos profundo, nos calmamos porque nos conectamos con él y nos sentimos en paz. El espíritu es nuestra gasolina; la Biblia habla de él como un viento que lo mueve todo; es la energía y el principio de la vida, eso lo sitúa en el piso más alto de nuestra casita...digamos que tiene el penthouse.
Ahora fíjate en esto…el alma se alimenta de los sentidos (cuerpo) y de la intuición (espíritu) y produce ideas y emociones. Es como si tuviéramos un intérprete que nos ayuda a traducir los dos lados. No es un combustible que te da energía a largo plazo, es más bien un motivador que te impulsa momentáneamente.
Para el largo plazo, necesitamos al espíritu, que sí es un combustible y mantiene a nuestro motor andando. Podemos detectarlo por medio de sus productos como el amor, la paz, la bondad, el dominio propio o la fe, entre otros.
Lo que te quiero decir con todo esto, es que con el espíritu, inyectamos gasolina de alto octanaje a nuestro motor, para que funcione de manera estable y no lo desgastemos. No es nada complicado: Cuando escogemos amar, estamos usando al espíritu.
No te preocupes, no acabamos aquí, vamos a seguir explorando este tema poco a poco.
Abrazos,
Val Morales
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