En esta semana pensaba en que el amor es un faro que nos guía, capaz de ubicarnos y darnos luz en medio de las tormentas e incertidumbres; también es un refugio seguro al que podemos correr y tomar como referente cuando la vida se pone rara. No es solamente un discurso bonito o un poema que nos hace sentir burbujas, sino un poder invencible y seguro (Cnt 8:6), una bandera que el Espíritu levanta para nosotros cuando los retos corren fuertes como un río (Is 59:19). Por eso, no deja de sorprendernos con cada cosa nueva que encontramos sobre él, y no bastará una vida para estudiarlo y comprobar que el amor es la luz que nos guía y vale la pena seguir.
El elemento del amor que exploraremos hoy es la mansedumbre. Ya sé que el nombre en español no nos ayuda mucho porque lo asociamos con debilidad, pero la mansedumbre quiere decir todo menos débil.
Imagina que estás en medio de una tormenta...todo está desordenado y girando, el viento es fuerte, vuelan cosas, se te mete el agua a los ojos y no puedes ver con claridad. En esas circunstancias, siempre es sabio detenerse y buscar un refugio hasta que pase la tormenta y recobremos la visibilidad, ¿no? Porque luchando contra la tormenta sólo gastamos nuestras fuerzas sin avanzar.
Cuando atravesamos tiempos difíciles, nuestro corazón se siente en esa misma condición—luchando, contrariado, preocupado. Aquí es donde entra la mansedumbre, que es como un lago en calma, como parar un momento en un refugio desde el que puedes ver la otra orilla, disfrutar de la transparencia del agua y navegar sin miedo. Cultivar y persistir en esta cualidad del amor puede ser un tesoro invaluable cuando el tiempo se pone raro. Profundicemos un poco:
La Mansedumbre: Poder Bajo Control
La mansedumbre (qué también podemos entender como serenidad) no es pasividad ni indiferencia, es una herramienta espiritual que transforma nuestro interior y nuestras relaciones. No surge de la falta de poder (ni de la debilidad), sino de la decisión de usarla con sabiduría. En el griego, se traduce como gentileza y ternura (praótes). En el hebreo, tiene una traducción que es increíble: medicina y serenidad (marpé).
¡Sí! la serenidad o mansedumbre es medicina (¡ufff!). Cuando practicamos este elemento del amor, sanamos. Checa estos versículos, voy a resaltar la palabra que significa mansedumbre en cada uno:
"El corazón apacible es vida para el cuerpo…” (Prov 14:30)
“Las palabras suaves son un árbol de vida; la lengua engañosa destruye el espíritu.” (Prov 15:4)
“…Un espíritu sereno puede superar grandes errores.” (Ec 10:4)
Tal vez te preguntes por qué se traduce diferente en cada versículo, y es porque a veces en nuestro idioma no tenemos la palabra exacta para describir lo que una palabra en hebreo o griego significan, pero en los tres versículos anteriores la palabra hebrea es la misma: mansedumbre.
Ya vamos construyendo una idea más clara de lo que significa, ¿verdad? Hay otro dato que no puedo dejar de mencionar, y es que la palabra mansedumbre en hebreo se deriva de la misma palabra que Dios usa cuando dice que Él es quien nos sana (Ex 15:26) ¡Qué cosa! y nosotros pensando que ser mansos es dejar que nos vean la cara. La mansedumbre es poder y necesitamos practicarla más, ¿no crees?
Jesús mismo nos invita a encontrar descanso en su mansedumbre, nos dice que si estamos cansados o trabajamos mucho, nos acerquemos a él para descansar y aprendamos de Él porque es manso y humilde de corazón (Mt 11:28-30). Un espíritu sereno tiene el poder de sanar relaciones, fortalecer el cuerpo y mantener la paz.
La mansedumbre es la cualidad de no ponerse por encima de nadie, sino de actuar con justicia y equidad. Está profundamente ligada a la humildad, nunca describe a alguien que es débil, sino a alguien que teniendo poder, decide rendirlo. Es como un león que decide no usar su fuerza cuando acaricia a sus cachorros.
- Fortalece nuestra relación con Dios – Nos ayuda a confiar en Su voluntad y depender de Su guía en lugar de reaccionar impulsivamente.
- Promueve la paz interior – Aprendemos a controlar nuestras emociones.
- Mejora nuestras relaciones – Las respuestas amables bajan la intensidad de las discusiones y muestran respeto por los demás, así como por nosotros.
- Nos sana física y mentalmente – Vivir continuamente estresados nos enferma, la serenidad nos da beneficios espirituales, físicos y neurológicos.
¿Practicamos?
- Haz una pausa y piensa en dónde necesitas de la mansedumbre.
- Respira profundo y conéctate con lo que sientes.
- Imagina que estás en medio de una tormenta que poco a poco empieza a menguar.
- Vuelve a respirar y conéctate con Dios, descansa en su mansedumbre y deja que ese fruto crezca en ti.
- Mientras lo haces medita en esta definición del amor: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso, ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas.” 1 Co13:4-5.
- Responde con calma.
La mansedumbre es otra forma de amar y hacer que ese amor influya en nosotros y en quienes nos rodean. No podemos estar ansiosos y serenos al mismo tiempo, hay que escoger. Recuerda que un paso chiquito es mucho más grande que no dar ninguno, así es que no nos desanimemos y sigamos practicando en este gimnasio espiritual.
Y para terminar... fíjate en lo apreciada e importante que es la mansedumbre para Dios:
“…Vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan precioso a los ojos De Dios.” 1 Pe 3:3-4
Abrazos
Val Morales
Para complementar:
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