Esto no es para nada un tratado profundo de las relaciones, mi intención es que podamos vernos como parte de un todo en donde somos valiosos, porque todos somos parte de algún grupo y los formamos en todos lados, en el trabajo, con la familia, la iglesia, un club de lectura o con nuestros amigos y eso dice mucho de quienes somos porque nosotros escogemos con quien nos juntamos.
¿Alguna vez te dijeron: dime con quién andas y te diré quién eres?
El tono no era muy bueno y parecía casi una amenaza, porque esa frase siempre salía a relucir cuando a tu abuelita no le gustaban tus amigos. Pero en realidad no es algo malo porque pertenecer es una necesidad básica del hombre, de hecho hay quienes dicen que ser parte de una comunidad es muy motivante porque nos conecta dándonos identidad y aceptación. En ese sentido ver a la comunidad o a los grupos a los que pertenecemos nos da una idea muy clara de quienes somos y de lo que preferimos ¿lo habías pensado? Sí, porque los amigos nos dan identidad. Pon atención con quienes prefieres estar y cómo es que te relacionas dentro del grupo y vas a ver matices de ti que son diferentes a tu tiempo a solas.
Nosotros seguro tenemos algo especial que aportar al grupo y el grupo nos aporta algo a nosotros también, los amigos sirven como espejos en donde nos podemos ver reflejados y cuando estamos lastimados nos ayudan a mejorar siempre. Porque resulta ser que las heridas emocionales se causan en las relaciones, pero también hay que tener en cuenta que es en las relaciones en donde sanan. Por eso es importante escoger con cuidado de quién nos rodeamos, ya que eso nos aportará un espacio seguro en el que podamos desarrollarnos o en el peor de los casos un espacio en el que tendamos a criticarnos y limitarnos. Acuérdate que el amor significa no hacer daño (Rom 13:10) y eso nos incluye a nosotros también.
Imagina los ingredientes de un pastel, si los separas son valiosos: el huevo, la leche y el chocolate... al mezclarlos formamos una masa que tiene el potencial de hacer algo bueno, pero podría quedarse sólo en eso, en ser masa. Cuando se suman las fuerzas con el calor, los mismos ingredientes se transforman y eso se convierte en algo delicioso y diferente, el chocolate no perdió su sabor, pero unido a todo lo demás logró hacerlo exponencial.
La Biblia nos compara con un cuerpo (1Co 12) en el que todos los miembros se relacionan en armonía, o sea, que somos parte de un todo en el que cada uno es necesario y relevante. Dice Pablo de Tarso que para que el cuerpo funcione en equilibrio hay que prestarle mayor atención a las partes que más lo necesitan, pero sin descuidar ninguna. Cuando uno de los miembros sufre, todos los demás sufren con él (como cuando nos golpeamos un dedo y nos duele hasta la cabeza), y cuando alguien recibe un reconocimiento, todos se alegran también.
En los cuerpos de baile, cada bailarín juega un papel importante, pero quien es parte del coro (o sea, de los bailarines que acompañan a los principales), no puede destacar del resto, porque se pierde el equilibrio. Así es que ensayan muchas horas para poder sincronizar sus pasos y movimientos para parecer eso… un cuerpo. Lo que logran es que al ver la danza, nos sintamos como dentro de un mundo en armonía que está comunicando algo bellísimo… arte. Eso es lo mismo que nos transmite un grupo de personas que están unidas aunque no siempre compartan la misma opinión.
No se trata de ser iguales, de hecho no lo somos para nada y eso está más que bien, el espíritu nos une y nuestras diferencias le dan matices increíbles a nuestras relaciones y en esos matices es en donde compartimos. Se trata de encontrar el espacio en el que podamos crecer en lo individual y aportar en lo social (aunque sea un grupo chiquito), se trata de conocernos a través de otras miradas y no centrarnos en nosotros mismos, por eso hay que afinar nuestra capacidad de ser parte, aprendiendo a escuchar y al mismo tiempo descubrir y compartir nuestra propia voz para caminar juntos, sin intentar dar pasos más largos que los demás, o sea, amando a los otros al mismo nivel que a nosotros mismos. Para lo que podemos usar la guía de la regla de oro que dice: “Trata a los demás como quieres que te traten a ti” (Mt 7:12).
Y tú... ¿Con quién andas?
Abrazos
Val Morales
Disfruta el video
Como dices, recuerdo esa frase de “dime con quien andas …” y la relaciono con todas mis “malas amistades” (que si tuve algunas). Pero me hiciste reflexionar y entender que se puede aplicar para las “buenas amistades” también. Otra meta para hoy será considerar “con quien prefiero estar y como me relaciono dentro del grupo” y ver nuevos matices coloridos y bellos acerca de mi también.
ResponderBorrarGracias Val!
¡Seguro tienes muchos colores bellísimos!
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