Cuando queremos estar tranquilos, intentamos mil cosas: hacemos ejercicio, usamos técnicas de respiración, tomamos té de flores... en fin. En el mejor de los casos, hablamos con Dios y medio lo conseguimos, aunque sea por un ratito. ¿Qué pasa con esto?
No desaceleramos, creemos que la paz vendrá como un remedio instantáneo, aunque al mismo tiempo seguimos el muy recurrido consejo que dice: “Piensa mal y acertarás”. Es casi irónico que por un lado buscamos estar en paz y por el otro lado pensamos en cosas horribles porque sentimos que no hacerlo nos puede poner en desventaja con otros. Finalmente, creemos que pensar en todo lo malo que pueda pasar nos preparará para lo que venga y dejamos que nuestra imaginación vuele en las alas de nuestros peores pensamientos.
¿En qué estaba pensando el que inventó ese consejo? Bueno, es evidente. Lo peor es que mucha gente lo sigue, cayendo en lugares muy oscuros.
Nadie puede sumar y restar al mismo tiempo... queremos sumar cuando estamos pensando en negativo. Imagina que tienes sed, y en lugar de tomar agua, ¡te pones a comer papitas saladas! Si le soltamos la rienda a nuestros temores y pensamientos negativos terminamos angustiados, preocupados, y sin poder ver otra cosa más allá de lo que dejamos que nos invada el pensamiento. Solamente hace falta marinarnos un ratito en lo negativo para sentirnos enojados y preocupados. Sí, ¡nos cocemos en nuestro propio caldo!
Pero hay otra línea de pensamiento que es mucho más interesante (y mucho menos dañina), una forma que nos ayuda a mantener el equilibrio y la condición: piensa en lo bueno, en lo justo, en lo amable y en lo bello; eso nos mantiene en forma no sólo para resistir cuando las cosas no van tan bien, sino para disfrutar cuando todo está increíble.
La realidad es que no hay nada que nos prepare para los tiempos malos como el amor. La paz (que es uno de sus componentes) nos deja evaluar la situación con mucha más claridad, y por lo tanto encontrar la solución y el mejor camino hacia adelante.
Hablando del mejor camino, el rey David (Sal 34) dice que podemos seguir el de la paz, y que nos esforcemos por permanecer en él cuando lo conseguimos. Ese es un consejo que parece simple, pero es verdaderamente bueno, porque como te decía al principio: nos esforzamos mucho por estar tranquilos, pero sostener esa calma es otra historia.
Los problemas son, por principio, disruptivos; hacen un desorden y nos ponen la vida de cabeza, pero también nos dan la oportunidad de salir de los pensamientos habituales y nos obligan a ver más allá de nuestras cuatro paredes.
Separa el problema de ti. Tú no eres el problema, el problema es el problema. Elige darle la vuelta a la situación y acuérdate que pensar en lo bueno es un acto de amor hacia ti mismo.
Val Morales
Te dejo un video para seguir con la conversación.
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