Y en el cajón del alma... Tenemos una teoría de lo que significa ser felices; por ejemplo, la cantidad de dinero que necesitamos para poder sentirnos valiosos y estar más tranquilos, cómo nos gustaría vernos físicamente, o el esfuerzo enorme que hacemos para parecer más maduros (¡o cómo escondemos el paso del tiempo!). Metemos aquí la expectativa de cómo deberían ser nuestras relaciones con otros, problemas que decidimos cargar aunque no sean nuestros, y hasta una tendencia rara, pero muy recurrente, a tratar de anticipar las dificultades. ¿Alguna vez has hecho esto?, ¡yo sí! Como si al suponer y ensayar posibles escenarios pudiera prepararme para lo peor.
Esto no es necesariamente porque seamos desordenados, sino porque en la vida diaria hemos encontrado retos que nos han lastimado y bueno...aquí aplica el conocido refrán: “Si la burra no era arisca, pero los palos la hicieron.” El asunto es que también se nos llena el cajón del alma y eso sólo nos deja ver el desorden...¿y la felicidad apá?
Usamos frases motivacionales del tipo: “Sin dolor no hay ganancia” o “Si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría”. Es cierto que esas expresiones nos pueden ayudar a ser persistentes en algunos casos, pero no son una receta para repetir todos los días. Aunque últimamente lo que se ha vuelto más difícil es concentrarnos en lo sencillo, en lo que vale la pena cada día, como una buena conversación, un baño de agua caliente, un tiempo a solas, o un café, y tendemos a menospreciarlas porque no nos costaron un brazo.
Ahora hay que limpiar el cajón, necesitamos deshacernos de todo lo que acumulamos por mucho tiempo. Pasamos muchos días vaciando nuestros bolsillos en ese cajón (de todo con lo que no queríamos lidiar en ese momento), y limpiarlo necesitará tiempo y actitud.
Aprender a ser feliz necesita intención y ganas, para poder romper con las tendencias (ideas) que nos mantienen intentando no serlo. En realidad no hay nada que nos prepare para los días difíciles como estar en buena forma.
Aristóteles asegura que todo hombre busca la felicidad y que de hecho es su obligación ser feliz. En la Biblia, "felicidad" se traduce como bienaventuranza, que por definición quiere decir que alguien es capaz de recibir cosas buenas; disfrutar del bien de Dios, de su abundancia, su estabilidad, de su amor y sobre todo describe al hombre feliz como alguien que tiene esperanza. La neurocientífica Caroline Leaf (Leaf, 2013), nos dice que la esperanza hace cosas buenas en el cerebro: Lo moldea formando una estructura positiva.
La intención de Dios es que seamos felices, que podamos disfrutar cada momento, y no que vayamos por la vida viendo que sufrimiento nuevo podemos agregar a nuestra lista. De hecho, su plan es que nos vaya bien y tengamos esperanza (Jer 29:11).
Ser feliz tiene mucho que ver con conocernos y disfrutarnos, abrazar a quienes somos con nuestra manera única de ver la vida y aprender a amarnos. Hay que dejar de acumular cosas que nos hacen daño y empezar a limpiar el cajón que está lleno de todo lo que "debemos hacer", lo que "se supone que seamos", lo que "tenemos que lograr", y simplemente disfrutemos y valoremos un momento a la vez.
Empecemos a trabajar en tener la capacidad de recibir cosas buenas.
Te dejo un abrazo
Val Morales
Disfruta el video:
Fuentes de información
Leaf, C. (2013). Enciende tu cerebro. Baker Books.
Practicando desde ahorita parte del mensaje te agradezco nuevamente por darnos estos mensajes tan claros y llenos de sabiduría !
ResponderBorrarMuchas gracias por tus comentarios!
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