Todos, en algún momento, nos hemos preguntado si tenemos suficiente paciencia, clasificándonos como pacientes o impacientes ¿verdad? La paciencia, como elemento del amor, tiene dos dimensiones: una interna, que cultivamos hacia nosotros mismos, y otra social, que proyectamos hacia los demás. Su valor no radica en lo inmediato, sino en que nos ayuda para atravesar procesos, que son parte constante de la vida.
Definición
En el griego bíblico, la paciencia significa:
- Longanimidad: Tener un ánimo largo, que no se rinde.
- Alejarse del fuego: Poner la pasión lejos y no responder impulsivamente.
- Tolerancia: Respetar lo que no nos gusta.
Podríamos entonces decir que lo opuesto a tener paciencia es "tener la mecha corta" o... "ser un quema pueblos" ¿no?
La vida espiritual funciona por sustituciones, es decir que cuando tenemos una herida o algo que nos molesta, al quitarlo nos da algo mejor que toma su lugar y no nos deja un hueco. Los elementos del Fruto del Espíritu ( el amor) contrarrestan el efecto de lo negativo, por eso al preferirlos nos balanceamos ¿has hecho la prueba?
Un resumen rápido de los elementos del amor que hemos visto nos puede ayudar a comprender este concepto:
El amor es lo opuesto al miedo, por lo que al llenarnos de él, nos sentimos seguros.
El gozo contrarresta la debilidad y la angustia, porque nos deja ver las pequeñas cosas que son constantes y eso nos da fuerza y perspectiva.
La paz completa cada espacio en donde hace falta algo y nos restaura.
La paciencia también tiene sus beneficios, pero construyamos el concepto y al final te digo qué contrarresta.
Algunos beneficios que nos da la paciencia:
- Claridad mental: No responder de inmediato es como si quitáramos el humo, permitiéndonos ver con mayor objetividad.
- Resiliencia: Nos ayuda a enfrentar tiempos difíciles con esperanza hacia el futuro.
- Relaciones más profundas: Respetar los procesos de los demás nos permite descubrir su belleza y fortalece nuestras conexiones.
- Aceptación de la incertidumbre: Nos enseña a vivir sin tener todas las respuestas, encontrando paz y confianza a través de lo que no conocemos.
- Libertad emocional: Nos ayuda a desarrollar flexibilidad emocional y espiritual.
- Disfrutar del proceso: Como con una fruta que madura a su tiempo, la paciencia nos enseña a saborear los resultados en el momento adecuado.
La Clave
¿Por qué a veces nos desesperamos en lugar de esperar pacientemente?
Todo está ligado a nuestra percepción de valor, o sea a lo que juzgamos que vale la pena o no. Esperamos con paciencia cuando lo que está al final del proceso nos parece valioso, como ver crecer a nuestros hijos, estudiar algo nuevo o esperar a que un queso madure.
Cuando juzgamos que algo no vale la pena, nos volvemos impacientes como cuando estamos atorados en el tráfico. Si nos enfocamos en el tiempo que estamos gastando, no valdrá la pena la espera, pero si pensamos en el lugar al que llegaremos, la esperanza cambia nuestra perspectiva.
La paciencia, es una manifestación del amor que nos impulsa a respetar los procesos y encontrar sentido en ellos. El amor, como dice 1 Corintios 13 "es paciente". Este amor, lleno de empatía, nos sostiene mientras avanzamos en cada etapa, disfrutando incluso de los errores y aprendizajes.
Identificar los momentos en los que perdemos la paciencia nos ayuda a practicarla. Podría ser cuando sentimos incomodidad, sobrecarga de trabajo, conversaciones negativas o cuando los procesos no dependen de nosotros.
¿Practicamos?
El fruto del Espíritu es una elección consciente. Aquí tienes algunos ejercicios prácticos para fortalecerlo:
- Confía en Dios: Deja en Sus manos lo que no puedes cambiar.
- Libera presión: Dedica tiempo a actividades que te calmen y reconforten.
- Escucha con atención: Es un entrenamiento espiritual que transforma.
- Respira: Haz una pausa y enfócate en el ritmo de tu respiración.
- Evita responder impulsivamente: Aléjate del fuego, espera y decide con calma.
Como lo prometido es deuda...
Lo que contrarresta la paciencia es el desaliento y la crítica. Cuando tenemos prisa por obtener un resultado, podemos perder de vista lo valiosos que son los procesos. Hoy veía unos minúsculos limones en un arbolito que tengo cuidando más de dos años, claro que el día que lo compré mágicamente tenía un limón maduro, pero he tenido que esperar mucho tiempo regándolo, abonándolo y quitándole cualquier indicio de plagas para poder ver hoy muchísimos limoncitos que me prometen un feliz futuro lleno de limones, sin embargo, sé que tendré que tener más paciencia si quiero verlos crecer, porque un fruto como el limón, tarda cerca de nueve meses en madurar. Cuando elegimos el fruto del espíritu, debemos tener paciencia para verlo madurar en nosotros, pero te aseguro que valdrá la pena.
La paciencia no solo mejora nuestro carácter y relaciones, también nos enseña a amar mientras dejamos de juzgar negativamente y disfrutamos los procesos con gratitud.
Abrazos, Val Morales
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